ESENCIAL
- Noelia Marrero
- 14 mar 2022
- 2 Min. de lectura
Mas es mejor, reza el mandato de una sociedad consumista. Y tuvimos que comprobarlo, tal vez fuera cierto, y encontraríamos en esta máxima, al fin, el tan ansiado secreto de la felicidad y la abundancia. La oferta abunda y tienta, y sigue prometiendo. Y como pocos sabemos lo que de veras es estar plenos, tratamos de convencernos de que esa breve sensación de placer es la felicidad, y corremos tras cada nueva oportunidad de un nuevo y hechizante shock de dopamina.
Tener mucho, hacer mucho, mostrar mucho, mucho, mucho, y que se vea. Para que no haya espacio ni tiempo para sospechar siquiera que a pesar de todo seguimos vacíos. La oferta es variada, y hasta personalizada. Mas dinero y posesiones para los materialistas, más amigos, encuentros y likes en las redes para los sociables. Los intelectuales miles de ofertas para conseguir más libros, más títulos, más información, más reconocimiento. Los hiperactivos más trabajos y proyectos, los retraídos más entretenimientos solitario. Incluso los espirituales y religiosos tienen tentadoras propuestas de más y más sermones, seminarios, retiros, programas.
Mas, más y más, voracidad descontrolada, aun de lo bueno. Terror de parar y reconocer que nada externo puede darnos la felicidad, la paz y el sentido que no hemos construido dentro. Algunos, hoy en día, han osado cuestionar este consumismo insaciable. Minimalistas se dicen, y más de uno corre el riesgo de invertir esta búsqueda desenfrenada, y deshacerse de todo, con la misma compulsión con que otros consumen. Porque el ser humano solo siempre termina cayendo en su propia trampa.
Sin embargo, es valiosa la conciencia de la insatisfacción, la búsqueda, la pregunta y todo acto de autosinceramiento que nos lleve a buscar un cambio. Tal vez el movimiento pendular, luego del resonante extremo, nos sitúe a algunos más cerca del equilibrio. Ojalá.
¿Qué es lo esencial? ¿Qué tomo? ¿Qué dejo? ¿Qué retengo? ¿Qué suelto? No lo sabremos hasta que hayamos respondido a preguntas más profundas acerca de nosotros mismos, porque lo esencial siempre esta adentro y no afuera, no hay ismos que lo definan, es tan personal como nuestro aliento, y requiere de valentía para hacer silencio, reducir el paso y mirarnos sinceramente.
¿Cuál es mi esencia? ¿Por qué existo? ¿Cuál es mi origen, propósito y destino? ¿Qué resuena cuando todo ruido se acalla? ¿Quién soy cuando ninguna mirada externa me condiciona? ¿Qué quedará de mi cuando solo viva en el recuerdo de mis amados?
Sabremos que estamos cerca de nuestras respuestas correctas solo cuando miremos en paz el espejo, la billetera y nuestra Biblia. Cuando seamos capaces de transitar las carencias y las abundancias sin obsesionarnos con ellas. Porque solo lo esencial nos deja verdaderamente satisfechos, el resto son detalles.

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