Sacrificio cristiano... y sano
- Noelia Marrero
- 5 mar 2022
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 19 mar 2022
Cuando realmente entendemos el gran Sacrificio que hizo Jesús para nuestra salvación, nuestro corazón clama por saber como retribuir tanto amor, y como reflejarlo a nuestros semejantes. Intuimos que en un acto de entrega como el de Cristo, encontraremos la paz y la plenitud que tanto deseamos. Asi es como nos apropiamos de ciertos conceptos religiosos que responden categoricamente a este interrogante, aun cuando nuestra razon parezca decirnos que atentan contra el instinto natural de autoproteccion. De esta manera ideas tales como las de negarse a si mismos, tomar la cruz, poner la otra mejilla, humillarse, parecen mostrar un camino de autorenuncia y sufrimiento necesario para santificarnos. Y vaya si la vida no nos pone en situaciones que nos confrontan con estos principios, personas instituciones e que demandan de manera más y menos sutiles, con mejores y peores argumentos, la entrega sumisa de nuestro tiempo, recursos, esfuerzos, e incluso sentimientos y pensamiento libre. Muchos consiguen responder a estos pedidos y necesidades con ilusion y amor, incluso ciertas personalidades e historias de vida hacen muy facil la asuncion de este rol. A otros en cambio les resulta menos natural. Pero en todos los casos, mas tarde o mas temprano, empieza a experimentarse toda una serie de emociones y sensaciones negativas, como cansancio, agobio, angustia, enojo, frustracion, tristeza, soledad, y como si fuera poco, culpa por sentirse de esta manera. Se supone que el servico causa felicidad, razonamos, por lo tanto esos sentimientos no pueden ser mas que el efecto del egoismo y la naturaleza pecaminosa que hay que combatir. En consecuencia, los mas devotos procurarán reprimir, negar y seguir adelante perfeccionandose en la negación propia. Otros menos abnegados, renuncian a un ideal que les parece demasiado elevado y tal vez, poco a poco, se alejan de ese Dios que parece esperar demasiado. Pero algunos otros nos permiten preguntarnos. Sera que Dios esta diciendo realmente eso? ¿Puede ser que el Padre Celestial quiera que algunos de sus hijos violen las leyes de la salud física y emocional por el bien de otros? Sera que nuestro Creador nos formo con dedicacion y ternura en el vientre de nuestra madre, unico, con dones, emociones, capacidad de desear y disfrutar, para luego pedirnos que nos anulemos a nosotros mismos? Sera que Dios diseño un cerebro que necesita las hormonas de la felicidad para funcionar en equilibrio, con necesidades innatas de cuidados, amor, compañerismo, respeto, para luego pedirnos que neguemos todo esto para agradarle a el ya nuestro prójimo? ¿Será este el tipo de renuncia propia que Dios nos pide? ¿La autonegación del cónyuge maltratado?, ¿del hijo explotado?, ¿del padre codependiente?, ¿del amigo utilizado? del que no puede decir que no?, del que aguanta y perdona todo?, del incondicional? del que nunca pide nada? del que siempre se quita el bocado de su propia boca? Sera que es eso lo que hizo Jesus? Porque en definitiva es El verdadero modelo. Oh no? No pretendo que sea sencilla la respuesta, solo se que cuando leo a Jesús en mi Biblia, lo veo sano emocionalmente, lucido, equilibrado, seguro y profundamente digno. No veo una victima pasiva de las otras circunstancias ni de los, lo veo humilde mas no humillado, lo veo servicial, mas no servil, lo veo sumiso, mas no sometido. Salvo en eventos puntuales, no lo imagino destruido y agotado, tampoco desbordado. No puedo siquiera pensarlo llorando a solas y en silencio, aguantando, esperando que milagrosamente la tormenta pase. Cuando leo a Jesús se me presenta en paz y con un gozo profundo y estable, con una autoestima fuerte, y al control de su vida, sus tiempos y sus prioridades. Cual habra sido el secreto de ese perfecto equilibrio entre el amor a nosotros y el amor propio.
La primera respuesta que aparece es sin duda, su dependencia de Dios, su sentido de propósito, su fe. Y es asi, pero tambien creo que hay algo mas, algo que me impacta duro, y consiste en el ejercicio pleno de su LIBERTAD. " Nadie me quita la vida, sino que yo la doy por mi propia voluntad. Tengo el derecho de darla y de volver a recibirla. Esto es el mandamiento que recibí de mi Padre" (Juan 10:18) Jesús no permitió que nadie le quitara nada, ni con presiones o amenazas, ni por pena. No se dejó manipular, dijo que si cuando debia y cuando no ni siquiera temió que dudaran de sus intenciones o de su amor, ni tampoco sintió culpa por el dolor que podría causar su respuesta. Jesús fue libre para dar y para negar, y todo su sacrificio fue hecho sabiendo por que, para que y hasta donde. Por voluntad propia y sin imposiciones. Creo que ese es el único tipo de sacrificio que en lugar de destruirnos emocionalmente nos sana, nos reafirma, nos eleva, y finalmente nos hace mas semejantes a Jesús. Un sacrificio que puede incomodar el cuerpo, pero no el alma, que se sustenta en una satisfacción y gozo profundos, en un amor tan maduro que no se excluye a si mismo para amar al otro. En cambio, el sacrificio que se me arrebata, con violencia explícita o sutil, el que me impongo a mi mismo por temor o culpa, ese tipo de sufrimiento destruye el alma. Por todo esto, si hay un llamado que surge de esta reflexión, es a hacernos responsables de nosotros mismos, a no confundir autocuidado con egoísmo, a no apagar esas alarmas emocionales que Dios programó para indicarnos que nos pongamos a salvo.
Atrevámosnos a guardar nuestro corazón en un lugar seguro, porque como dice el proverbio, solo de un corazón bien guardado, sano, mana la vida.(Prov. 4:23) No deshonremos a nuestro amado Salvador descuidando a aquella persona a la cual vino a salvar, sanar y hacer felíz, y por la única que somos completamente responsables: Nosotros mismos.

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