Religioso o espiritual?

Hace un tiempo vengo pensando en la religión y en la espiritualidad, y tomando conciencia de que no son lo mismo, pero que tenemos la tendencia a confundirlas, intercambiarlas, y sacar conclusiones sobre una de ellas observando la otra. Esta distinción parece sutil, pero pienso que no comprenderla puede tener consecuencias más limitantes de las que imaginamos. La religión tiene que ver con el hacer, con los rituales, las costumbres y las formas. Tiene un fuerte componente social y cultural. Se ve, se puede enseñar y evaluar, tiene como propósito conducirnos a la espiritualidad, pero no puede reemplazarla. La espiritualidad en cambio es invisible e inaccesible al escrutinio humano. Es el ser, la motivación y el deseo que nos dirige incomprensiblemente a alguien superior a nosotros mismos. Su expresión y sus formas son tan individuales y personales como nosotros mismos. No se puede enseñar, solo se puede inspirar. La religión es el cuerpo, la espiritualidad el alma. Espiritualidad y religión. Ambas son importantes y necesarias, aunque en este mundo no siempre y no en todo coinciden., pero cuando se encuentran, dan plenitud, se potencian y retroalimentan, y nos permiten avanzar más allá de nosotros mismos y hasta cambiar el mundo! La religión puede ser interesante y entretenida, puede dar propósito e identidad, puede dar comunidad y hasta trabajo. La religión hace bien a la sociedad, incluso, me atrevo a pensar, cuando es vivida sin una gran espiritualidad. Nos une a otros con buenos propósitos y valores, lo cual no es poco. Hasta las formas individuales de la religión como la oración y la lectura, nos enseñan hábitos positivos, nos favorecen intelectual y emocionalmente. Los cultos congregacionales y familiares, la participación activa en grupos, el liderazgo, la enseñanza bíblica, la música, todo esto nos permite desarrollarnos para el bien de otros y junto a ellos. ¡Benditos los que gozan de una vida religiosa activa y productiva! Pero cuidado. Eso no es espiritualidad ni necesariamente la representa. No nos confundamos. No miremos nuestra check list de rituales para decidir si nuestra espiritualidad está bien. No nos comparemos. No nos juzguemos. No vivamos solo en la superficie. La religión nos puede enseñar con mayor o menor precisión el camino, pero la espiritualidad es el deseo y la emoción que nos mueven en él. La religión se aprende, la espiritualidad se experimenta. Piensa en ambos aspectos de tu vida de manera independiente por un momento. ¿Eres espiritual? ¿Eres religioso? ¿Eres de los afortunados que articulan ambas cosas? ¿Como esta tu vida religiosa? ¿Te hace feliz? ¿Te edifica? ¿Te enseña correctamente? ¿Te hace útil? ¿Te aporta buenas compañías? ¿Te estimula? ¿Te despierta el deseo de Dios? Si es así, sigue creciendo en ella. Pero cuidado, no te conformes ni le pidas lo que no puede darte. . Por otra parte, ¿tu vida espiritual como esta? ¿Que ocurre en tu mundo interior, en ese lugar donde tu y Dios se encuentran a solas? ¿Se encuentran? ¿Hay ilusiones? ¿Hay deseo? ¿Hay emoción? ¿Hay curiosidad? ¿Hay certeza de que en lo invisible hay mayor sentido y felicidad que en lo superficial? ¿Esta convicción impacta en tu vida, tus decisiones y los deseos de tu corazón? ¿Esta experiencia vivifica tu religiosidad? Creo que la religión fue pensada por Dios para estimular este deseo, enseñarnos la verdad y ponernos en comunión con quienes desean lo mismo. Ojala nuestra iglesia cumpliera siempre con este objetivo, pero cuando no lo haga, no le reclamemos ni la hagamos responsable de aquello que no puede darnos. Nuestra espiritualidad es nuestra responsabilidad y desafío. Trabajemos en ella, transitémosla, disfrutémosla con naturalidad y amor, pero sobre todo con ilusión. Disfrutemos de las bellas formas y rituales de nuestra imperfecta religión, busquemos en ellos el reflejo de Dios, pero no nos atemos ni limitemos a ellos. Creamos que hay más, vayamos por ello e inspiremos a la religión y al mundo con esa fe profunda y personal que todos anhelamos.